Mensajes silenciosos


"El otro día estábamos en un restaurante y en la mesa de al lado una familia comía tranquilamente con una niña de poco más de un año.
De repente se acercó una camarera eufórica, gritando y haciendo aspavientos diciendo:

- "pero qué bien come esta niña" 

Como la niña no se giraba hacia ella (que por cierto se acercó por detrás sin establecer ni siquiera contacto visual) siguió hablando en un  tono muy alto: -"esta niña come hasta verduras, ¡qué bien!". En este punto la niña ya había dejado de comer para mirarla a ella.

La camarera, que creo que no debía de sentir que recibía la suficiente atención por parte de la niña, la levantó cogiéndola por detrás y la puso de pie en la trona mientras seguía hablando con un tono alto (La trona del restaurante no tenía cinturón ni nada similar), después de su "muestra de cariño" hacia la niña y su familia, la camarera se fue a continuar con su trabajo.

A partir de ese momento, la niña dejó de comer e intentó ponerse de pie con insistencia en la trona, los padres la volvieron a sentar una y otra vez, la niña finalmente lloró ante la frustración de la situación; terminaron de comer lo más rápido que pudieron y se fueron.

Con esta anécdota, quiero haceros conscientes de que muchas veces los adultos (inconscientemente y queriendo ser amables) molestamos a los bebés y niños pequeños, distraemos su atención haciendo que dejen de hacer lo que están haciendo (en el caso de la niña, comer) hasta que nos miran y nos prestan atención a nosotros (creyendo que lo nuestro es lo importante y lo suyo, no); que los movemos y manipulamos en función de nuestros deseos y necesidades (que nos miren, nos hagan caso...) interrumpiendo lo que estaban haciendo sin ni siquiera establecer contacto visual con ellos y avisarles. Y que, en este caso, iniciamos una nueva acción (ponerla de pie en la trona) que dadas las circunstancias era peligrosa y que no había surgido de la curiosidad y necesidad de la niña, sino de un adulto que la colocó de esa forma. Situación que además se le va a prohibir y la niña no va a entender por qué."

Laura Estremera Bayod 


"Estábamos en la piscina cuando ví a una niña  de unos 8 o 9 años de edad cerca del borde tocando el agua, pero sin atreverse a meterse.

Su padre, que estaba dentro de la piscina, le decía: -¡métete! Pero si está caliente ¡haz caso al papa! ¿cómo te voy a mentir? (estando en septiembre, unos días en los que ya no hace tanto calor)

La niña, le contestaba:
-¡noooo! Que está muy fría.

El padre continuaba con su discurso:
-¡que está caliente!, ¡confía en papá, con lo que te quiero!

En ese momento la niña se acuclilló en el borde mirando y tocando todavía más el agua y el padre aprovechó la ocasión para lanzar una gran ola de agua sobre la cabeza de la niña.
Esta comenzó a gritar y el padre en ese momento la agarró en sus brazos y la metió dentro de la piscina.
Los gritos se convirtieron en lloros, pero el padre continuó con la niña agarrada adentrándose más en la piscina, ignorando lo que ella quería, sentía, pensaba y decía.

Con este ejemplo de abuso, sin que el padre fuera consciente de ello y seguramente  creyendo que estaba haciendo un beneficio para su hija, le estaba enviando un mensaje silencioso que decía: 
- que no debe de hacer caso a lo que su cuerpo siente, en este caso frío, puesto que el agua estaba (para el padre) caliente. 
- que su ¡no!, su límite personal, puede ser sobrepasado por otra persona. 
- que quien te quiere, sobre todo si es más fuerte que tú, puede hacértelo pasar mal. En vez de ayudarte y ser un refugio.
 - que lo que ella desea hacer no importa, sobre todo si otra persona quiere que hagas lo contrario. 
- que amor puede estar mezclado con el chantaje emocional.

Prestemos más atención a nuestros actos y los mensajes silenciosos que a veces transmiten."

Laura Estremera Bayod

Si queréis profundizar en este y en otros temas podéis leer mi libro Ser niños acompañados